viernes, 17 de mayo de 2013

TERCERA ENTRADA: Augusto Ferrán, el poeta olvidado



Queridos blogueros,

  Hoy estamos aquí para presentar a un autor injustamente condenado al olvido, Augusto Ferrán. Hablaremos sobre su vida, su obra y sus relaciones e influencia en Bécquer para terminar la introducción a nuestro trabajo central que será la comparación de la rima XXXVIII de Rimas de Bécquer y su comparación con la rima CXXXVII de La Soledad de Ferrán.



Ferrán y Bécquer




  La figura de Augusto Ferrán siempre permanecerá vinculada a la de su amigo Gustavo Adolfo Bécquer a quien conoció en Madrid, en 1860. Bécquer estaba entonces escribiendo sus primeras rimas, Ferrán preparaba la edición de su primer libro, La soledadque prologó Bécquer con páginas inolvidables. El cantar de soledad andaluz en Ferrán y Bécquer tiene acentos de íntima lejanía. La mística de estos poetas tiene resonancias tan lejanamente germánicas como íntimamente andaluzas. Todo lo mejor de la poesía romántica se apura y depura en sus voces.

  Debemos decir que Ferrán se incluye en el mismo marco social y cultural que Bécquer. También es componente del romanticismo tardío.


Ferrán al procurar ceñirse al ejemplo del cantar gana en sencillez y en espontaneidad, y deja de lado la posibilidad de una poesía magnifica y sonora. Bécquer también podría presumir de una poesía natual y sin artificios pero puramente delicada y trabajada. La influencia de Heine es indiscutible, su más importante papel lo cumple determinando una actitud de contención y de difícil y concisa sencillez a la vez que imponiendo en recato viril a menudo irónico. Una obra en el olvido al igual que el poeta pero importante para el romanticismo y decisiva en la obra de su amigo Bécquer, Rimas.

Nos vemos la próxima vez con unos poemas magníficos para analizar. Pero no quiero irme sin dejaros otro poema fantástico de la literatura española como es este poema de Bécquer que representa el sometimiento de la razón a los placeres de los sentidos:

    XXIX  

Sobre la falda tenía
el libro abierto,
en mi mejilla tocaban
sus rizos negros:
no veíamos las letras
ninguno creo,
mas guardábamos ambos
hondo silencio.
¿Cuánto duró? Ni aun entonces
pude saberlo.
Solo sé que no se oía
más que el aliento,
que apresurado escapaba
del labio seco.
Solo sé que nos volvimos
los dos a un tiempo,
y nuestros ojos se hallaron
¡y sonó un beso!


¡Hasta la próxima amigos! Besos.



                             Entrada realizada por: AURORA DOMÍNGUEZ SERRANO


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